Antioquia enfrenta una de las mayores crisis humanitarias: la de los migrantes que emprenden su viaje hacia el sueño americano. La tragedia más intensa la padecen las mujeres y los niños. De acuerdo con la ONU este año han cruzado el Darién cerca de 60 mil menores. Las narraciones periodísticas describen esta travesía como un paso por el infierno. El terror del cruce, la selva, los animales, el hambre, el miedo por posibles violaciones a las mujeres, los robos, la humillación de los que comercian con su vulnerabilidad y la muerte.
Una renta criminal que se alimenta de la tragedia humana con cifras muy atractivas: 9 millones de dólares mensuales. Las cuentas son así: cada migrante debe pagar 150 dólares a los denominados guías y de acuerdo con las autoridades panameñas son 2 mil personas las que cruzan diariamente. La multiplicación es fácil.
De acuerdo con las autoridades del vecino país hasta el 28 de agosto de este año habían cruzado por la selva del Darién 320 mil personas. Eso significa movilizar en 8 meses una ciudad del tamaño de Armenia. Esa cifra parece difícil de contener: en 2019 fueron 22 mil personas y en 2022 248 mil migrantes. Este año podríamos terminarlo con un trasiego de casi medio millón de personas.
Los migrantes son en su mayoría de Venezuela, pero también llegan desde Haití, Ecuador, Afganistán, China y en ese listado de éxodo también hay colombianos.
Antioquia vive una nueva crisis humanitaria: la vemos en los caminantes en las vías, con un morral a cuestas, niños en brazos, llenos de juventud. También en las terminales de transporte y en cabeceras municipales de Santa Fe de Antioquia, Turbo, Necoclí, Carepa y Apartadó en donde cerca de 2 mil personas, lejos de sus raíces, deambulan en busca de ayuda y condiciones para seguir su viaje.
Para ACNUR son muchos los factores que llevaron a estos ciudadanos a abandonar su país: desde el limitado acceso a los derechos fundamentales y los servicios esenciales, hasta la violencia e inseguridad. El gobierno de Venezuela evita hablar de sus migrantes y revelar la cifra de quienes han salido de sus fronteras. Actúan como si el problema les perteneciera a otros. Cerca de 55% de los migrantes que pasan por el Darién son del vecino país. Las responsabilidades de lo que sucede en Venezuela, hace casi dos décadas, les competen a quienes han liderado esa nación.
Es necesaria una respuesta hemisférica al fenómeno migratorio y unir esfuerzos regionales y de los países de origen para atender las causas profundas de los desplazamientos forzados y la migración irregular, así lo pidieron la OIM y ACNUR en un pronunciamiento reciente.
Una alerta: Panamá anunció que deportará a los migrantes que ingreses ilegalmente por las selvas del Darién.
La indiferencia frente a estos dolores es complicidad. La travesía de los migrantes la hemos visto retratada en las imágenes del fotógrafo Federico Ríos, en los relatos de los periodistas y de los sobrevivientes. Esta realidad está en nuestra esquina, en frente de nosotros y aun así parece que estamos lejos de encontrar soluciones y lo peor: hemos sido incapaces de dimensionar el tamaño del problema, movilizar recursos para atender esta emergencia y exigir el compromiso de los responsables.
Tenemos una crisis humanitaria en la esquina.
*Presidenta Ejecutiva Proantioquia
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